En el siguiente artículo de Vincent
Cheung se explica y defiende el supralapsarianismo como la única visión
lógica y que glorifica a Dios. Disfruten de la lectura.
Supralapsarianismo
Vincent Cheung
Como el propósito de la creación del
hombre, la Biblia enseña que el hombre fue creado por la voluntad de
Dios y para la gloria de Dios:
Señor, digno eres de
recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las
cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas. (Apocalipsis 4:11)
Diré al norte: Da acá; y
al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los
confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía
los he creado, los formé y los hice. (Isaías 43:6-7)
En él asimismo tuvimos
herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace
todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos
para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en
Cristo. (Efesios 1:11-12)
Y yo endureceré el
corazón de Faraón para que los siga; y seré glorificado en Faraón y en
todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy Jehová. Y ellos lo
hicieron así. (Éxodo 14:4)
¿Y qué, si Dios,
queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha
paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer
notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de
misericordia que él preparó de antemano para gloria, a los cuales
también ha llamado, esto es, a nosotros, no sólo de los judíos, sino
también de los gentiles? (Romanos 9:22-24)
Algunas personas sugieren que la
naturaliza amorosa de Dios lo obliga a crear objetos de afección para
satisfacer una necesidad en Él de expresarse a Sí mismo en comunión,
generosidad y sacrificio. Sin embargo, es herético decir que Dios
necesite algo. Como Pablo dice en Hechos 17:25, “ni es honrado por manos
de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos
vida y aliento y todas las cosas.” Dios es eternamente auto existente, y
por eso también es auto suficiente. Debido a que el hombre no es
eterno, sino que hay un tiempo de origen antes del cual él no existía, y
ya que “para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un
día.” (2 Pedro 3:8), si Dios pudo existir sin el hombre, Él podría haber
continuado existiendo sin el hombre eternamente. Por lo tanto, la
creación del hombre no está relacionada con ninguna necesidad en Dios.
Es más, incluso antes de la creación del hombre, Dios ya había creado
los ángeles, y antes de eso, los miembros de la trinidad se amaban entre
Sí. Incluso si el amor necesitara expresión, Dios no necesitaba crear
al hombre.
En lugar de eso, como los pasajes de
arriba indican, Dios creó a los electos y los réprobos porque Él deseó
manifestarse a Sí mismo y ser glorificado a través de ellos. Aunque los
reprobados no glorifiquen conscientemente a Dios, Él se glorifica a Sí
mismo a través de ellos por medio de lo que Él los causa a hacer y lo
que Él hace en ellos. Él es glorificado por medio de los electos en su
salvación y en los reprobados en su condenación.
Esto nos lleva a considerar el orden de
los decretos eternos. Si los ítems del plan de Dios fueran ubicados en
el orden en el cual Él los decidió, ¿cuál sería ese orden? Por supuesto,
Dios es eterno e omnisciente, por eso no existe un punto en su
pensamiento en el cual no sabía todo o en el cual Él no había decidido
todo; por lo tanto, cuando hablamos de orden en la mente de Dios, nos
estamos refiriendo a un orden lógico, no a un orden cronológico.
El decreto de Dios de ser glorificado viene primero, y para cumplir esto, se decreta que Cristo debería
someter todas las cosas y entregarlas al Padre. Para cumplir esto, se
decreta que Cristo debería salvar un pueblo escogido desde una humanidad
caída pera transformarse en sus coherederos. Para lograr esto, se
decreta que la humanidad debe caer en pecado. Entonces, para lograr
esto, se decreta que Dios debe crear la humanidad. Este es el orden de
propósito y diseño. El orden es revertido en la ejecución, comienza con
la creación y culmina en la gloria de Dios.
Podemos ilustrar esto con una analogía de
la vida humana. Suponga que mi propósito es llegar a mi oficina. Para
lograr esto, debo decidir que yo debería conducir mi automóvil hacia
aquel lugar. Para lograr esto, debo decidir que yo debería entrar en mi
automóvil. Para lograr esto, debo decidir salir de mi casa. Para lograr
esto, debo decidir vestirme. Para lograr esto, debo decidir salir de la
cama. El propósito final se ubica primero en el orden de las decisiones,
y la primera cosa que debo hacer para lograr este propósito se ubica al
final en el orden. El orden es al revés en la ejecución, de forma que
el último ítem en el orden del propósito y diseño ahora es el primer
ítem. Primero debo salir de la cama, después vestirme, después salir de
mi casa, etc. El resultado final es que llego a mi oficina, y mi
propósito se cumple.
La naturaleza del propósito y el diseño
necesita un esquema supralapsariano de los decretos eternos, en los
cuales el decreto de elección y reprobación aparece antes que el decreto
de la caída de la humanidad, y en el cual el decreto de la caída de la
humanidad aparece antes que el decreto de la creación de la humanidad.
El esquema infralapsariano ubica el decreto de elección y reprobación
después del decreto de la caída de la humanidad. Una razón para esto es
colocar los decretos de forma que el decreto de reprobación se aplique a
pecadores, mientras que los supralapsarianistas dirían que Dios decreta
la caída de la humanidad para que se cumpla el decreto de la
reprobación.
El supralapsarianismo es el orden bíblico
y racional. El infralapsarianismo confunde concepción lógica con
ejecución histórica, así no sólo contraría los hechos, como también hace
un contrasentido de algunos de los decretos divinos. Cualquier decreto,
deja el propósito del decreto inespecífico hasta el siguiente decreto.
Pero no hay razón para ello, así se vuelve arbitrario. El
infralapsarianismo es, por implicación, blasfemo, ya que insulta la
inteligencia de Dios y niega su racionalidad.
Los infralapsarianistas replican que el
supralapsarianismo socava la justicia de Dios, pero para afirmar esto
ellos introducen un estándar de justicia privado y no bíblico, uno que
rechaza la soberanía absoluta de Dios y viola la inferencia lógica
estricta, y después evalúan los decretos divinos por medio de él. Su
intento de defender la sumisión de Dios a un estándar humano de justicia
se vuelve una subversión contra su soberanía y justicia divina, y la
negación de una simple habilidad de hacer planes lógicos y disposiciones
en la mente de Dios. Así su objeción comete otro acto de blasfemia.
Louis Berkhof, cuando explica algunas de
las objeciones contra el supralapsarianismo, escribe, “A pesar de sus
aparentes pretensiones no soluciona el problema del pecado. Lo haría si
se atreviera a decir que Dios decretó introducir el pecado en el mundo
haciendo uso de su propia y directa eficiencia.” Más yo me atrevo a
decir eso. De hecho, no me atrevo a negarlo, porque si lo hiciera, yo
estaría diciendo que algún otro poder tiene la habilidad de generar y
controlar el pecado por medio de su “directa eficiencia.” Trasladar el
poder divino a humanos y demonios, es la blasfemia del dualismo.
Berkhof continua, “Algunos
supralapsarianos, es verdad, presentan el decreto como la causa
eficiente del pecado; pero a pesar de ello, no quieren que esto se
interpreten forma que Dios se convierta en el autor del pecado.” Pero yo
afirmo que Dios es el soberano y justo autor del pecado, por la misma
razón que ya he argumentado. Negar que Dios es el autor del pecado
necesariamente implica alguna forma de dualismo, y eso se suma al
rechazo del teísmo bíblico. El resultado, nuevamente, es blasfemia.
Pero Berkhof persiste: “Se hace notar que
el esquema supralapsariano es ilógico porque hace del decreto de
elección y preterición se refiera a seres no existentes, es decir,
hombres que no existen sino como meras posibilidades, aún en la mente de
Dios; los cuales no existen todavía en el decreto divino, y que por
tanto no pueden contemplarse como creados, sino solamente como
creables.” Esto es objeción estúpidamente desconcertante. En un orden
lógico, el propósito final es concebido primero, y entonces cada decreto
sucesivo es hecho para cumplir el anterior. Así, obviamente, el decreto
que concierne a la creación del hombre debería ser precedido por un
decreto que requiera la creación del hombre se lleve a cabo pero aún
representa al hombre como una mera posibilidad. Una mujer puede decidir
usar un hermoso vestido en una reunión de ex alumnos de su escuela antes
de que ella compre el vestido. De hecho, es porque ella decidió usar un
hermoso vestido en la reunión que ella, entonces, decide comprarlo. El
infralapsarianismo confunde el arden del propósito y diseño con el orden
de ejecución. Él se queja que en el supralapsarianismo Dios decreta la
identidad de los réprobos sin ver su pecaminosidad. Sin embargo, la
Biblia afirma explícitamente esta visión, que la reprobación es
incondicional, y que Dios creó algunas personas para salvación y otras
para perdición “da la misma masa” (Romanos 9:21). Los réprobos no se
crean a sí mismos; Dios los creó, y los creó como réprobos.
En el infralapsarianismo, debido a que el
decreto de elección y reprobación se ubica después del decreto de la
caída de la humanidad, significa que en el punto cuando Dios decreta la
caída de la humanidad, Él lo hace sin saber por qué lo decreta o que
hará con ello. Si Él tiene la redención en mente, y así la distinción
entre salvos y condenados, entonces Él sabe porque está decretando la
caída de la humanidad, entonces en este punto Él ya ha hecho decisiones
sobre la redención, y así se afirma el supralapsarianismo. Esto
significa que en el infralapsarianismo, en el punto donde Dios decreta
la caída de la humanidad, Él lo hace sólo porque Él desea que la
humanidad caiga.
Los infralapsarianistas esconden atrás de
su estándar humano de justicia, que Dios debe designar como reprobados
sólo a aquellos que ya son culpables, ¿pero no es mejor para Dios
decretar que toda la humanidad debe caer en pecado sin ninguna razón
para ello y sin pensar en redención? En la otra mano, aunque los
supralapsarianistas deban decir que Dios puede decretar la caída de la
humanidad sólo porque Él lo quiere, en su esquema, Dios decreta la caída
de la humanidad para que existan pecadores para salvar o condenar.
La mayor objeción contra el esquema
supralapsariano se coloca como una oposición a la idea que Dios debe
designar las identidades de los reprobados antes que Él decrete su caída
en pecado. En el supralapsarianismo, Dios primero decreta que debe
haber réprobos, y entonces Él decreta la caída para que esos reprobados
puedan materializarse. Nuevamente, la objeción es contra la reprobación
incondicional. Para decirlo de otra forma, la objeción es contra la
soberanía absoluta de Dios, o el hecho de que Dios es Dios.
Entonces, la objeción contra la
reprobación incondicional es que esto es injusto – que es, no de acuerdo
a algún estándar expuesto en la Escritura, sino de acuerdo a la
pecaminosa intuición del hombre. ¡Él no gusta de esa idea! En cualquier
caso, cuando Dios ejecuta el castigo sobre los réprobos, ellos ya han
caído en pecado, así Dios no castiga a nadie que sea inocente o sin
pecado, excepto cuando causó el sufrimiento de Cristo. Incluso entonces,
el castigo infligido era justo en la mente de Dios porque Cristo estaba
llevando la culpa de los electos (Isaías 53:10).
Nuevamente, la objeción contra el
supralapsarianismo realmente es una negación de que Dios es Dios, y que
Él no es un hombre o una mera criatura. Algunos dicen que creen en Dios,
pero no creen verdaderamente. Esto es un crimen atrás de sistemas
teológicos falsos tales como el liberalismo, el arminianismo y un
calvinismo inconsistente. Verdaderamente no existe una objeción bíblica o
racional contra el supralapsarianismo. La gente simplemente no quiere
permitir la total soberanía de Dios sobre su propia creación. Una vez
que abandonamos las suposiciones falsas y centradas en el hombre, la
ofensa de la soberanía divina absoluta desaparece. Si vamos a abandonar
esas suposiciones es otro asunto. La obra del Espíritu en la
santificación es necesaria para que renunciemos a cualquier tipo de
autonomía humana y pensamiento centrado en el hombre, incluyendo el tipo
de “libertad” relativo e ilusorio que aparece tan frecuentemente en la
forma popular del calvinismo.
Así como ocurre con muchas controversias,
el verdadero asunto en este desacuerdo entre el supralapsarianismo y el
infralapsarianismo es si estamos deseando “permitir” a Dios ser Dios en
sus propios términos. Un supralapsarianismo consistente es la única
posición que honra a Dios, la Escritura y la lógica. Y es la única
posición centrada en Dios. Una de las cosas que aprendemos de la
doctrina es que Dios activamente decreta y causa la caída de la
humanidad como uno de los pasos por los cuales Él cumplirá su plan
eterno. El pecado no fue un accidente, y la redención no fue sólo la
reacción de Dios. Como dice la Escritura, “Todas las cosas ha hecho
Jehová para sí mismo, Y aun al impío para el día malo” (Proverbios
16:4). Así el supralapsarianismo resulta en gloria y reverencia hacia
Dios.
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