Gordon H. Clark
Aunque la iglesia medieval conocía los
diez mandamientos – Pelagio, en su defensa del libre albedrío, llegó a
enseñar que era posible obedecerlos perfectamente, y la mayor parte de
la iglesia pasó a creer que la observación de esos preceptos daba mérito
para la salvación – fue Calvino quien comenzó un estilo casi
completamente nuevo de uso sistemático de los diez mandamientos como
base ética. En la Institución, II.vii 8, él hace una exposición de la
ley moral, para lo que utiliza, aproximadamente, cincuenta páginas. Su
defensa, en una larga exposición, es que “los mandamientos y las
prohibiciones siempre dejan implícito más de lo que las palabras
expresan… En todos los mandamientos… se expresa una parte y no todo… la
mejor regla, entonces, es que la exposición sea direccionada al designio
del precepto… como el final del quinto mandamiento es que la honra sea
dada a aquellos que Dios determina la honra…” (II.vii.8).
En la parte principal de la exposición, Calvino escribe sobre el sexo mandamiento como sigue:
“El propósito de ese
precepto es que, como Dios unió la humanidad en un cierto tipo de
unidad, todo hombre debe considerarse responsable por la seguridad de
todos. En suma, por tanto, toda violencia, injusticia y toda clase de
mal que pueda herir el cuerpo de nuestro prójimo, nos es prohibido… El
Legislador Divino… pretende que la regla gobierne el alma… Por tanto el
homicidio mental es igualmente prohibido… ‘Aquel hombre que odia a su
hermano es asesino’” (II.viii.39).
Siguiendo esa dirección de Calvino, los
estudiosos de Westminster dedicaron las preguntas 91 a 151 del Catecismo
Mayor a la ley moral. Tomemos como ejemplo la pregunta 139:
P. 139. ¿Cuáles son los pecados prohibidos en el séptimo mandamiento?
R. Los pecados
prohibidos en el séptimo mandamiento, además de la negligencia en los
deberes exigidos, son el adulterio, la fornicación, el rapto, el
incesto, la sodomía y toda concupiscencia contra la naturaleza, todos
los pensamientos, propósitos, imaginaciones y afectos impuros, todas las
conversaciones impuras así como el prestarles atención; miradas
lascivas, imprudentes, lo mismo que el comportamiento ligero, y maneras
destituidas de modestia, prohibición de los matrimonios lícitos y
autorizar los ilícitos; aceptar, tolerar, cuidar casas públicas o
frecuentadas, votos enredadores de vida soltera, dilación indebida del
matrimonio, tener más de un cónyuge a la vez; el divorcio injusto o la
deserción; la ociosidad, glotonería y borrachera, compañías impuras,
cantos, libros, pinturas, bailes y juegos lascivos; y todos los demás
actos de impureza o provocaciones a ello, tanto tratándose de nosotros
como de los demás.
Eso hace sobresalir la diferencia de
padrones morales entre el Calvinismo y el fundamentalismo. En Estados
Unidos, iglesias arminianas muchas veces exigen de sus miembros que
eviten el cine por causa de la lascivia de Hollywood. A veces, el cine
es peor que eso; es pornografía explícita. En ese caso, entonces,
algunos libros y revistas son, igualmente, pornográficos. ¿Debe, una
iglesia, entonces, prohibir todos los libros y revistas? El calvinismo
se mantiene con la Biblia y no prohíbe ni el cine ni libros en general,
pero prohíbe “cantos, libros, pinturas, bailes y juegos lascivos”.
Leyendo más adelante en el Catecismo Mayor vemos, para sorpresa de
algunos, como es amplia y detallada la ley de Dios. Siendo así, pastores
y escritores calvinistas han hecho, con regularidad, exposiciones de
los diez mandamientos. Un ejemplo anglicano es el de Ezequiel Hopkins,
Obispo de Derry (1633-1689), cuya exposición ocupa decenas de páginas.
Esas exposiciones de las aplicaciones
detalladas de la ley moral son uniformemente prefaciadas por algunos
comentarios sobre pecado, gracia y moralismo. El sistema de méritos
católico romano hizo que eso fuera necesario. Hoy, otros dos puntos de
vista necesitan del mismo trasfondo teológico. Primero, hay una visión
pietista que depende de la dirección o de instrucciones directas del
Espíritu Santo. Las directrices da la Escritura son vistas como si
fueran insuficientes o inaplicables “en una era de gracia”. Siendo así,
la persona necesita recibir una respuesta de oración para saber si
determinado acto está cierto o errado. El Calvinismo se queda con la
Biblia y no acepta declaraciones de revelación especial tardía. El
segundo factor que necesita del trasfondo teológico es la nueva
definición de legalismo ofrecida por el liberalismo. Antiguamente, el
legalismo era la teoría de que el hombre podría merecer la salvación
completa o parcial mediante el cumplimiento de la ley; la fe, por tanto,
no era el único medio de justificación. Pero el liberalismo
contemporáneo define el legalismo como cualquier tentativa de distinguir
lo cierto de lo errado por medio de reglas, preceptos o mandamientos.
El argumento es que ninguna regla cabe en todos los casos, pues siempre
hay excepciones; o, incluso, que toda situación es totalmente singular,
haciendo siempre imposible el uso de reglas. Así, toda situación debe
ser percibida (no juzgada) singularmente, e (generalmente) el amor
decide que hacer. Entonces, el amor naturalmente sanciona el aborto, la
homosexualidad e cualquier cosa que sea hecha con amor. El apóstol Pablo
escribió a los corintios sobre ese tipo de idea.
El calvinismo define el pecado como
cualquier falta de conformidad para con la ley de Dios o cualquier
transgresión de esta ley. Salvo por la gracia, o sea, salvo del pecado y
de sus efectos, el cristiano es santificado por medio de una obediencia
cada vez más completa a los mandamientos de Dios.
Hoy, con la falla del modernismo en
promover el orden moral separado de Dios y fundado en la razón, el post
modernismo (que no es otro, sino una continuación) alteró el pensamiento
ético y moral, transfiriendo la discusión entre el bien y el mal para
una discusión entre bienes en conflicto. Para el hombre post moderno, no
hay ningún absoluto (a no ser que no hay proposiciones, ni revelación,
ni absolutos…). Todo consiste en narrativas, en libertades individuales,
y en programas políticos para proteger a las personas de la imposición
de valores morales. El pensamiento ético-moral de Calvino se opone,
diametralmente, a la propuesta ética post moderna, presuponiendo la
creación, la caída, la redención y la esperanza bíblicas, presuponiendo
la revelación natural y específica de Dios, y presuponiendo la
derivación de todos los aspectos de la realidad, incluyendo los más
elevados – estético, moral y ético – del aspecto mayor de la fe.
Traducido de: “Dicionário de Ética Cristã” organizado por Carl Henry. Págs. 231-233.
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